A TRAVÉS DE UN PROTOCOLO, SE ANALIZA EL ENTORNO DE ESTAS ZONAS DE BALIZAMIENTO DURANTE LOS MESES DE MAYOR PRESIÓN TURÍSTICA
Un estudio del Consorcio de Conservación del Medio Marino ha revelado el “impacto positivo” que tienen los campos de boyas instalados en diversas zonas del litoral del Alt y Baix Empordà para la fauna y la flora.
A través de un protocolo, los expertos analizan distintos aspectos como la proliferación de especies y su desarrollo, o el mantenimiento de las praderas de posidonia.
Uno de los creadores del protocolo, Boris Weitzmann, explica que llevan más de ocho años estudiando las zonas de balizamiento y baño durante la época de verano, cuando hay mayor “presión turística”.
El objetivo es delimitar lo que denominan “áreas verdes marinas”, protegidas por las boyas. Weitzmann añade que el protocolo les permite tener una visión “global” de todo el espacio.
Los campos de boyas regulan la navegación, protegen a los bañistas, evitan que el fondo marino se deteriore con los anclajes de las embarcaciones y actúan como reservas marinas temporales durante el periodo de máxima presión turística en verano, ya que en invierno se retiran.
Estas son algunas de las conclusiones a las que han llegado los expertos del Consorcio de Conservación del Medio Marino tras analizar varias zonas balizadas de municipios del Baix y Alt Empordà.
En concreto, los expertos han trabajado en diferentes zonas protegidas de Calonge i Sant Antoni, Palafrugell, Begur, Palamós, l’Escala y Castelló d’Empúries.
A raíz de los estudios, se ha establecido un protocolo que constituye “el último grano de arena” de un proyecto que lleva más de ocho años en marcha.
Este protocolo proporciona a los científicos una base para valorar el impacto de los distintos campos de boyas presentes en la costa ampurdanesa.
Mediante el estudio de varios parámetros, los expertos obtienen resultados que finalmente permiten asignar una puntuación sobre cómo el campo de boyas favorece el entorno marino.
“El objetivo es que esa nota vaya aumentando con los años o, al menos, que se mantenga”, explica Boris Weitzmann, uno de los responsables de la iniciativa, financiada con fondos europeos.
El estudio también ha determinado el impacto positivo que tienen estos espacios marítimos balizados por los ayuntamientos y que “protegen” tanto a los bañistas como a la flora y fauna marina.
Un buen ejemplo son los prados de posidonia. Weitzmann reconoce que inicialmente creían que las boyas serían un problema y dañarían el fondo marino, pero la realidad, dice, “es muy diferente”.
“Me he tenido que tragar mis palabras. Tener barcos y boyas en una zona con alta presión turística parecía negativo, pero lo que se ve en la superficie no es lo que ocurre en el fondo marino”, ha subrayado.
Una de las claves, señala, es que la boya esté “bien fijada” y no se mueva, ya sea “antigua” con un bloque de cemento o ecológica, anclada a una roca marina.
“Lo más importante es que la cadena no arrastre y quede fija”, ha remarcado.
“Un equilibrio inestable”
Weitzmann señala que uno de los problemas con los que se encuentran es un “equilibrio inestable” entre quienes creen que hay que instalar el máximo número posible de campos de boyas para evitar que las embarcaciones fondeen cerca de las playas y quienes consideran que no es necesario balizar los espacios a los que solo se puede acceder en barco.
El creador del protocolo considera que en muchas ocasiones se trata de un “problema de convivencia” y reconoce que no es partidario de colocar boyas “en todas partes”, entre otros motivos por el impacto visual que generan, especialmente en un entorno como la Costa Brava.
Sin embargo, Weitzmann considera que son “muy importantes” en puntos concretos porque “ordenan el territorio, hacen la navegación más segura —ya que tirar el ancla siempre conlleva un riesgo— y, al mismo tiempo, protegen el fondo marino”, destaca.
Desde el Consorcio señalan que, aunque inicialmente solo se ha aplicado en la Costa Brava del Alt y Baix Empordà, el protocolo es exportable a cualquier parte del litoral catalán donde un ayuntamiento disponga de una zona marina balizada.
El ejemplo de Calonge
Una de las localidades que ha participado para que la elaboración de este protocolo fuera una realidad es Calonge i Sant Antoni.
Desde el ayuntamiento señalan que para ellos es “muy importante” que se difunda entre la ciudadanía.
“La gente ve lo que hay fuera, pero no conoce el fondo marino. Si lo difundimos y se lo explicamos, la ciudadanía valorará la importancia de conservarlo”, explica la concejala de Medio Ambiente, Lídia Sánchez.
En este sentido, desde el consistorio explican que han organizado diversas salidas con biólogos, vecinos y turistas interesados, para realizar inmersiones ligeras —con tubo y gafas—.
Una vez en el agua, descubren algunas características de la fauna y la flora, mientras los biólogos explican cómo las boyas ayudan a preservar el medio marino.